Terremoto 2010″Me faltaron 4 segundos para salvar a mi hijo”: el estremecedor relato de la madre de “Puntito”, uno de los niños desaparecidos en el tsunami
Esa noche estaba durmiendo en una de las cabañas de la hostería de mi mamá, ubicada a unos 200 metros del mar, junto a mis hijos Pablo, de 13 años, y Joaquín, de 8.
De repente, medio dormida, escuché a lo lejos a mi mamá que me gritaba: “Helen, Helen, ven a ver el bote que hubo una salida de mar”.
Desperté a Pablo y salimos a la terraza. Vi que el bote estaba a unos 25 metros de nosotros y me acordé de lo que decía mi abuelito: que cuando viera un bote a la altura de la plaza, como este, tenía que arrancar.
En solo milésimas de segundos, mi mamá salió corriendo y yo agarré a Pablo del brazo y le grité: “¡Pablo, tu hermano, hay que ir a buscarlo!”. Entramos a la cabaña, Joaquín seguía durmiendo, siempre tuvo el sueño muy pesado.
Lo desperté y entonces empezaron los gritos, las campanas y un ruido que nunca olvidaré. Yo he estado en aluviones, tormentas, erupción de volcanes y esto era distinto. Era un ruido ensordecedor, endemoniado. Me imagino que es el mismo de una invasión, de un bombardeo… algo se estaba tragando a la isla.
Sin comentarios… #Terremoto
— Cristóbal Cortés-Monroy (@cristobalypunto) February 27, 2020
Salí de la pieza en dirección hacia la puerta que da a la calle con mis dos hijos agarrados de mis manos. Yo quería arrancar por una escalera que daba hacia el cerro. Pero no me dio el tiempo porque esto venía entrando, era como una rastrilladora gigante… y en solo segundos estaba a no más de 20 metros de nosotros relata a BBC.
Entonces, les dije: “¡A la pieza!”. Mi plan, esta vez, era salir por la ventana. Sin embargo, también se me hizo tarde. Esa muralla de agua de más de 15 metros, de todos los colores, estaba ahí, frente a nosotros. Era como un ente, tenía vida propia. No sabía qué hacer y les grité que nos metiéramos debajo de la cama.
Y ahí, los tres escondidos, nos dimos las manos. Cuando sentí el golpe, los apreté fuerte y les dije: “Los quiero”.
“Solo sabía que tenía que mantenerme viva para encontrar a mis hijos”
Al primero que perdí fue a Joaquín y después a Pablo. En solo segundos, la ola nos llevó a los tres. Nos arrastró con los escombros, con todo lo que había, primero hacia el cerro y después mar adentro, hacia la bahía.
Era una noche gris, fea, como nunca se había visto en la isla. Yo salí nadando, medio ahogada. Recuerdo que no se escuchaba nada, ni un solo grito. Entonces oí a Pablo que me decía “mamá”. Yo le respondí, con toda mi fuerza: “¡Acá!”. Pero él no me escuchó. Probablemente estábamos a no más de 10 metros de distancia detalló a BBC..
Luego, sentí que Pablo le gritaba a su hermano. “¡Punto, afírmate de algo!”. Él dice que en algún momento escuchó a Joaquín.
Pero en ese instante se empezó a mover algo por debajo, era como una centrífuga, como una juguera, como si varias manos te estuvieran tirando hacia abajo. Yo nadé y buceé toda mi vida pero esto era muy fuerte, era como si un gigante me hubiera puesto el pie encima.
Primero me tiró para abajo, sentí que se me iba a salir el cuerpo, la carne. Luego, de una forma brusca y violenta, me expulsó hacia arriba. No sé de dónde salió pero vi caer un palo grande, un tronco, cerca de mí. Me agarré de él. La corriente me volvió a chupar pero después me tiró de nuevo hacia arriba.
Ya no tenía fuerzas y entonces vi una lata grande. Solté el palo y me tiré encima de esos escombros, con todo mi cuerpo. Ahí vi un yate en el horizonte y empecé a gritar, a pedir ayuda. Pero nadie me escuchó.
Yo solo sabía que tenía que seguir luchando y mantenerme viva para encontrar a mis hijos. La marea me paseó por la bahía, de un extremo al otro, a una velocidad impresionante. Yo estaba vestida solo con una camiseta y calzones. Mi pelo, congelado, volaba para acá y para allá.
De repente, sentí que me estaba tirando contra el muelle. Yo pensé: ‘me voy a reventar, me voy a moler’. Pero frenó justo antes.
Al final, me dejó en uno de los muros de la caleta. Entonces salí corriendo, miraba para todos lados, intentando buscar ayuda. Pero no podía hablar, estaba muy adolorida. Mi cuerpo estaba lleno de tajos, mi espalda y mis piernas parecían acuchilladas. Me he tenido que volver a amar.
Pero en ese momento nada de eso me importaba.
Lo que más me preocupaba era mirar para ver si la ola vendría de nuevo. Caminé como seis metros, miré para al frente, hacia mi cabaña y no había nada. ‘Los niños’, pensaba yo, ‘dónde están’. Estaba completamente sola.
“¿Dónde están mis niños?”
Y fue entonces cuando alguien me alumbró y preguntó: “¿Quién está ahí?”. “Yo, soy Helen”, respondí. Era el mejor amigo de mi hermano, que murió años atrás. Me desvanecí, él me pegaba cachetadas para que yo reaccionara pero no procesaba. Me arrastró por los escombros mientras pedía ayuda. Y ahí llegamos a un lugar con más gente. Pero no estaban mis niños.
Otras personas me tomaron. Volví a reaccionar cuando estaba en una casa alta, en el cerro. La dueña de casa era evangélica. Entre dos mujeres me ducharon y me limpiaron las heridas. Adentro cantaban, se escuchaban canciones bíblicas… y yo no me cansaba de preguntar por mis niños. “Tranquila hija, que los están buscando”, me decían.
ENCUENTRO CON SU ÚNICO HIJO SOBREVIVIENTE
Unos 20 minutos después, cuando ya estaba amaneciendo, vi que mi hijo Pablo venía corriendo hacia mí y me gritaba “¡mamá!”. Lo abracé fuerte, le toqué su carita, tenía la nariz golpeada, estaba lleno de tajos. Pablo solo se salvó porque sabía mucho de buceo y sabía aguantar la respiración. Le pregunté: “¿Dónde está tu hermanito? ¿estaba contigo?”.Y me dijo que no, que no sabía, pero que no estaba en el yate. Que era otro niño.
Mi puntito sabía que iba a partir.
El día de antes del tsunami fuimos a pescar los dos a una zona que se llama el palillo. Y ahí me dijo: “Tú me quieres, ¿cierto?”. Yo le respondí que sí, que lo quería. Pero no lo miré porque estaba pescando. Y ahí me dice: “Pero mírame. Que nunca se te olvide, yo te quiero mucho, mucho, mucho”.
QEPD PUNTITO