¿Las lunas llenas pueden provocar grandes terremotos?
Ahora, un estudio publicado en Seismological Research Letters , y elaborado por investigadores del prestigioso Servicio Geológico de EE.UU. (USGS), ha descartado que esto sea verdad. Después de investigar 204 terremotos de magnitud ocho o superior y sus correspondientes fases lunares, no se ha podido encontrar ninguna correlación según detalló ABC
Según ha dicho en un comunicado Susan Hough, la primera autora del estudio, las coincidencias que se han encontrado en otras ocasiones «no son diferentes a los patrones que puedes conseguir de forma totalmente aleatoria». Un ejemplo histórico de este tipo de coincidencias ocurrió en el siglo XVIII con la ley de Titius-Bode , que encontró un patrón numérico para hallar las distancias entre el Sol y los planetas que en realidad solo era fruto de la coincidencia. Luego se comprobó que aquella ley fallaba y que no describía ningún fenómeno de la naturaleza.
Para comprobar si la Luna afectaba o no a los grandes terremotos, Hough investigó el registro, desde el año 1600, del catálogo global de terremotos. De esta forma, encontró 204 terremotos de magnitud superior a ocho, y los cruzó con la información sobre ciclos lunares de las bases de datos.
Patrones aleatorios
Hough encontró patrones, pero luego comprobó que estos eran similares a patrones totalmente aleatorios. «Cuando tienes datos aleatorios, puedes tener todo tipo de señales aparentes, igual que cuando lanzas una moneda y obtienes cinco caras seguidas».
Entre estas señales, observó que el mayor número de grandes terremotos en un mismo día, 16, ocurrió siete días después de la Luna nueva. Pero los números dijeron que esto no era estadísticamente significativo, lo que quiere decir que no se puede distinguir entre el peso del azar y el hecho de que efectivamente se esté produciendo un fenómeno. Además, según Susan Hough, «las mareas lunares serían mínimas en ese punto, así que esto no tiene ningún sentido físico».
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Otros estudios dirigidos por Satoshi Ide, de la Universidad de Tokio, han analizado los datos de tres registros sísmicos diferentes, que cubrían Japón, California y el mundo entero, asignando con un número del 1 al 15 la intensidad de las mareas que hubo los días precedentes para relacionarlas con los temblores. Así observaron, por ejemplo, que los catastróficos terremotos de Chile, en 2010, y Japón, en 2011, tuvieron lugar, efectivamente, con fuertes mareas.
Los investigadores especulan con que esa pequeña tensión añadida actúe a veces como un “empujoncito” para generar sacudidas en la zona de fricción de las fallas geológicas, aunque también hay en juego otros muchos factores. Las autoridades de las regiones con especial riesgo de terremotos no deben obsesionarse con el calendario lunar, aconsejan los expertos.