Recuerdos del pasado, donde la vida en Santiago era muy distinta

SANTIAGO DE CHILE

Rescatando una carta del recuerdo fechada en mayo de 1969 un querido familiar narraba lo siguiente:

Después de un encantador viaje en tren llegué a la estación Central procedente de la ciudad de Rengo. Que alegría encontrarme en tan bello lugar y comenzar a disfrutar todos los encantos de la gran capital y hermosa ciudad de Santiago. Las luces de los semáforos y el bullicio de la gente que se desplaza por el sector ya te empiezan a encantar porque vienes de un pueblo tranquilo y donde todo es familiar y cercano.

Al salir del barrio estación te movilizas con una facilidad única tomando una micro o liebre que sube por una bella Alameda hasta el barrio cívico. En ese mágico viaje vas viendo las tiendas que ofrecen maravillas y los edificios enormes que sobresalen y que jamás has visto. Ya la alegría se siente porque vas observando el Palacio Presidencial y los edificios ministeriales que se imponen y que tanto te enseñaron los grandes maestros en la escuela durante las clases de Educación Cívica.

Caminas y no te cansas de mirar tanta maravilla porque todo es grandioso, ordenado y pulcro. Se respira aire puro y se siente el respeto por todos los ciudadanos, absolutamente todos.

Mi deseo es ver una película de estreno en los grandes cines del centro, una maravilla donde te invitan a gozar todo tipo de entretenciones porque la variedad es enorme, comparado con el único cine de mi pueblo.

A la salida veo una tienda que atrae con sus hermosas vitrinas y dan ganas inmediatas de comprarle un regalo a mi querida madre y abuela.
Mas allá cuando el apetito se hace sentir un exquisito sándwich te espera porque la cantidad de ricos ingredientes te asombra.

Sales y entras por las galerías llenas de encantos, todo tipo de artículos para el colegio, libros a montones te invaden y como quisieras tenerlos todos para ti.

Pronto se escucha en una tienda una suave música y sabes que es de tu artista favorito, ahí permaneces largo rato hasta que los bellos recuerdos se van esfumando porque la tarde se va acercando y hay que retornar al querido pueblo.

De repente bajo por unas escalas en pleno centro y una de luces, sonidos y encantos vislumbran a cualquier persona. Son los juegos electrónicos que jamás había visto.

Por esta vez intento llegar a la cumbre mas alta de la capital y observar la gran maravilla desde ese sagrado lugar, la Virgen del Cerro San Cristóbal. Que alegría estar ahí y mirar la ciudad de Santiago que se pierde en el horizonte.

Sabiendo que me faltan muchísimos lugares que visitar, como el Teatro municipal, la estación Mapocho, el estadio Nacional, la Universidad de Chile, la Universidad Católica, ya debo volver a mi querida estación Central y tomar el tren que me llevará de regreso a estar en familia.

Que lindos recuerdos y que llenan de nostalgia.

Lamentablemente, hoy 53 años más tarde y de largo recorrido, nada, pero absolutamente nada de eso podemos hacer sin el temor a sufrir algún tipo de violencia. Tampoco que nos permita el libre desplazamiento, tránsito o deseo.

No se ve por ningún lado la tranquilidad de antaño. Ni podemos estar en momento alguno gozando de la querida ciudad sin dejar de observar a nuestros alrededores porque algo siniestro puede ocurrir. O sea, se debe estar en alerta máxima para evitar el zarpazo de un ataque brutal que algún desalmado que asola a los ciudadanos de bien quiere provocar.

(Columna F.G.F )

 

 

 

 

 

 

 

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